sábado, 14 de agosto de 2010

El extranjero, refugio de marroquíes que evaden el Ramadán


Muchos marroquíes no practicantes del Islam y con medios económicos holgados viajan al exterior durante el mes de ayuno de Ramadán para evitar la presión que obliga a cumplir las tradiciones de esta época sagrada.
Algunos de ellos, como la psicóloga Btisam Lashguer, critican "la intolerancia social" contra quienes no practican el ayuno y el "aumento de la agresividad" en las relaciones sociales durante este mes, en el cual está prohibido comer, beber, fumar y mantener relaciones sexuales desde el alba hasta la puesta del Sol.
"Me siento atrapada en una creencia colectiva que no es la mía", asegura a Efe Lashguer, de 35 años, para la que "creer o no creer debería permanecer en la esfera privada de la gente", y por ello el Ramadán, que en Marruecos se inició el pasado jueves, es a su juicio "un periodo sintomático de agresión a la libertad de conciencia".
El ayuno es el tercer pilar del Islam y su violación durante este noveno mes del calendario musulmán es la que más se castiga socialmente y puede acarrear, según el código penal marroquí, penas de hasta seis meses de prisión.
El sociólogo Abdesamad Dialmi dice a Efe que "el individuo está obligado a cumplirlo por religión y por ley", lo que explica según él que "algunos marroquíes -sobre cuya cantidad no existen cifras oficiales- se alejen de su país en este periodo".
"La Constitución marroquí subraya que el Islam es la religión oficial estatal, pero indica también que el Estado protege la libertad religiosa, mientras que el código penal criminaliza el no respeto del ayuno en público", apunta Dialmi.
"Esto representa una contradicción", asegura el sociólogo, según el cual "para el marroquí de la calle Ramadán es un mes de múltiples privaciones, que conducen a la violencia y a la cólera de quienes consideran que la práctica del ayuno no es obligatoria".
En un sondeo publicado esta semana en el diario marroquí "Al Bayane", el 48 por ciento de los marroquíes encuestados afirmaba que lo más difícil de soportar durante este mes era el cansancio, mientras que otro 23 por ciento sostenía que era la sed, un 8 por ciento el hambre y un 6 por ciento la falta de tabaco.
Para el animador cultural Munir Keji, que en Ramadán prefiere viajar a países europeos por las dificultades que encuentra "para resistir la presión social", en estas semanas "se aumenta la religiosidad de la gente y al mismo tiempo su agresividad".
"Igual que yo, muchos de mis amigos cruzan el Estrecho para gozar de su libertad sin presiones", asegura el joven, que desde hace tres años pide sus vacaciones anuales expresamente durante Ramadán.
En cambio, para Jalid Mefadal, musulmán practicante, "no hay nada mejor que pasar el Ramadán con la familia aquí en Marruecos. Hay un ambiente especial".
"En el pasado, por motivos de trabajo, me tocaba estar en Europa durante el mes de ayuno y me resultaba difícil. No escuchaba la llamada al rezo ni encontraba nuestra comida típica", indica este técnico de sonido.
Mefadal evita pronunciarse sobre los marroquíes no practicantes que viajan al extranjero por voluntad propia, al considerar que "cada individuo asume su responsabilidad y el único que castiga es Dios".
A veces, sin embargo, son los propios ciudadanos quienes protegen la práctica de las obligaciones del Ramadán.
Hace dos años, según publicaron entonces los diarios marroquíes, un hombre fue agredido en Fez por beber agua en la calle antes de la hora de la ruptura del ayuno.
Varias personas lo arrastraron a la comisaría más cercana y la Policía lo encerró en el calabozo hasta que miembros de su familia presentaron el certificado médico que aseguraba que el hombre era diabético, y que por lo tanto estaba exento de cumplir con el ayuno.
El año pasado, por otra parte, la Policía desarticuló cerca de Casablanca una manifestación en la que el llamado Movimiento para la Defensa de las Libertades Individuales (MALI), al que pertenece la psicóloga Lashguer, pretendía romper el ayuno para protestar contra la criminalización de esa práctica en público.
Para evitar esos índices de tensión social, el sociólogo Dialmi insta a que en los espacios públicos puedan convivir "los que ayunan y los que no", una lógica libre, asegura, propia del laicismo.


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