Aung San Suu Kyi, premio Nobel de la Paz y líder del movimiento demócrata birmano, cumplió 65 años hoy, aislada en su casa de Rangún por orden de una junta militar temerosa de perder el poder ante el carisma de esta activista convertida en un símbolo.
Para quien sus seguidores llaman "La Dama" es un día similar a los ya más de 5 mil que ha pasado encerrada en la vieja vivienda de estilo colonial que heredó de su madre, o tras los muros de alguna sórdida prisión.
El cumpleaños de Suu Kyi, en quien muchos ciudadanos de Myanmar depositan su esperanza de que termine la represión militar y poder abrazar algún día la democracia, ha sido silenciado en su país, aunque no en otros rincones del mundo en los que se celebraron actos en su honor o protestas frente a las misiones diplomáticas birmanas.
Los seguidores de Suu Kyi y antiguos miembros de la Liga Nacional por la Democracia (LND) no se dieron cita en esta ocasión en la que fuera la sede el partido, en Rangún, porque fue clausurada en mayo, cuando la formación pasó a la clandestinidad al negarse a registrarse ante la nueva Comisión Electoral.
De haberse inscrito, habría tenido que expulsar de la agrupación a Suu Kyi, en cumplimiento de la nueva disposición aprobada por el régimen autoritario que impide a cualquier persona que cumple una pena militar en un partido político.
El Gobierno tiene previsto convocar elecciones este año en una fecha aún por anunciarse y con una reglas que garantizan la continuidad de los militares en el Ejecutivo y el Legislativo.
Suu Kyi, un icono mundial de la lucha contra la opresión, es hija del general Aung San, el héroe de la independencia, asesinado poco antes de que se proclamara la República, y de Khin Kyi, de quien cuidó cuando en 1988 regresó a su país en medio de un periodo de agitación social que motivó su decisión de ponerse al frente del movimiento demócrata.
Myanmar está gobernada por una dictadura militar desde el golpe de 1962.
Para quien sus seguidores llaman "La Dama" es un día similar a los ya más de 5 mil que ha pasado encerrada en la vieja vivienda de estilo colonial que heredó de su madre, o tras los muros de alguna sórdida prisión.
El cumpleaños de Suu Kyi, en quien muchos ciudadanos de Myanmar depositan su esperanza de que termine la represión militar y poder abrazar algún día la democracia, ha sido silenciado en su país, aunque no en otros rincones del mundo en los que se celebraron actos en su honor o protestas frente a las misiones diplomáticas birmanas.
Los seguidores de Suu Kyi y antiguos miembros de la Liga Nacional por la Democracia (LND) no se dieron cita en esta ocasión en la que fuera la sede el partido, en Rangún, porque fue clausurada en mayo, cuando la formación pasó a la clandestinidad al negarse a registrarse ante la nueva Comisión Electoral.
De haberse inscrito, habría tenido que expulsar de la agrupación a Suu Kyi, en cumplimiento de la nueva disposición aprobada por el régimen autoritario que impide a cualquier persona que cumple una pena militar en un partido político.
El Gobierno tiene previsto convocar elecciones este año en una fecha aún por anunciarse y con una reglas que garantizan la continuidad de los militares en el Ejecutivo y el Legislativo.
Suu Kyi, un icono mundial de la lucha contra la opresión, es hija del general Aung San, el héroe de la independencia, asesinado poco antes de que se proclamara la República, y de Khin Kyi, de quien cuidó cuando en 1988 regresó a su país en medio de un periodo de agitación social que motivó su decisión de ponerse al frente del movimiento demócrata.
Myanmar está gobernada por una dictadura militar desde el golpe de 1962.
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