SÍDNEY, Australia, sep. 26, 2009.- Sídney sufrió hoy su segunda tormenta de arena en lo que va de semana, que volvió a envolver en una nube roja a la mayor ciudad de Australia, informaron testigos y medios locales.
Durante la noche, el polvo llegó transportado por fuertes vientos procedentes del estado de Queensland, distante más de mil kilómetros al norte.
Las imágenes de satélite mostraron un cinturón de arena de 200 kilómetros de ancho del centro al oeste del país pero de menor intensidad que el del pasado miércoles, indicó el meteorólogo Barry Hanstrum.
Al oeste de Sídney, los residentes de la población minera de Broken Hill, en pleno epicentro de la tormenta, relataron como la nube de arena borró el sol y convirtió el día en noche.
El pasado jueves comenzaron las tareas de limpieza para deshacerse de la espesa capa de polvo rojo del día anterior, que costará a la ciudad varias decenas de millones de dólares en pérdidas por daños económicos.
Además de la devastación causada por la arena, que cubrió coches y calles y se metió en el interior de casas y edificios, el fuerte viento -superior a los cien kilómetros por hora- destrozó cientos de árboles y tejados.
Procedente del desierto del interior del país, el fenómeno empezó durante la noche del martes y llegó a primera hora del miércoles a Sídney, donde más de cuatro millones de ciudadanos amanecieron bajo una espectacular luz roja.
La tormenta de arena paralizó la ciudad y los expertos advierten de que la economía del país se resentirá del suceso durante las próximas semanas por suspensiones de obras, trabajadores que no pudieron ir a sus empleos, retrasos y cancelaciones de vuelos y el coste de la limpieza.
Gran parte de la arena que empujaba la tormenta avanzó luego hacia el estado de Queensland y el Mar de Tasmania, hasta alcanzar Nueva Zelanda.
La del miércoles fue la mayor tormenta de arena en Sídney desde 1942 y fue calificada como "Día del Juicio Final" por el rotativo local "Daily Telegraph".
En 1991, Sídney se vio afectada por galernas de vientos huracanados que provocaron daños por valor de casi 600 millones de dólares, y en 1999 padeció una devastadora lluvia de granizo.
Durante la noche, el polvo llegó transportado por fuertes vientos procedentes del estado de Queensland, distante más de mil kilómetros al norte.
Las imágenes de satélite mostraron un cinturón de arena de 200 kilómetros de ancho del centro al oeste del país pero de menor intensidad que el del pasado miércoles, indicó el meteorólogo Barry Hanstrum.
Al oeste de Sídney, los residentes de la población minera de Broken Hill, en pleno epicentro de la tormenta, relataron como la nube de arena borró el sol y convirtió el día en noche.
El pasado jueves comenzaron las tareas de limpieza para deshacerse de la espesa capa de polvo rojo del día anterior, que costará a la ciudad varias decenas de millones de dólares en pérdidas por daños económicos.
Además de la devastación causada por la arena, que cubrió coches y calles y se metió en el interior de casas y edificios, el fuerte viento -superior a los cien kilómetros por hora- destrozó cientos de árboles y tejados.
Procedente del desierto del interior del país, el fenómeno empezó durante la noche del martes y llegó a primera hora del miércoles a Sídney, donde más de cuatro millones de ciudadanos amanecieron bajo una espectacular luz roja.
La tormenta de arena paralizó la ciudad y los expertos advierten de que la economía del país se resentirá del suceso durante las próximas semanas por suspensiones de obras, trabajadores que no pudieron ir a sus empleos, retrasos y cancelaciones de vuelos y el coste de la limpieza.
Gran parte de la arena que empujaba la tormenta avanzó luego hacia el estado de Queensland y el Mar de Tasmania, hasta alcanzar Nueva Zelanda.
La del miércoles fue la mayor tormenta de arena en Sídney desde 1942 y fue calificada como "Día del Juicio Final" por el rotativo local "Daily Telegraph".
En 1991, Sídney se vio afectada por galernas de vientos huracanados que provocaron daños por valor de casi 600 millones de dólares, y en 1999 padeció una devastadora lluvia de granizo.
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