El arresto de varios colaboradores cercanos del presidente de Irán aviva los rumores de que el polémico mandatario podría ser obligado a renunciar
TEHERÁN, Irán.- Los nuevos arrestos de estrechos colaboradores del presidente iraní, Mahmud Ahmadinejad, han agravado la crisis política en Irán y agudizado el pulso que el presidente del país mantiene con el líder supremo de la revolución, ayatolá Alí Jameneí.
Las detenciones han espoleado los rumores sobre la posibilidad de que el controvertido mandatario pueda ser obligado a dimitir al igual que le sucedió al anterior presidente laico, Abul Hasan Bani Sadr, al inicio de la Revolución.
Según la prensa local, la Policía iraní arrestó en las últimas horas a varios miembros del entorno del cuñado y ex jefe de la oficina presidencial, Esfandiar Rahim Mashai, entre ellos a uno no identificado al que se acusa de hechicería.
Días antes, efectivos de la Guardia Revolucionaria, cuerpo de élite de las Fuerzas de Seguridad, detuvieron también al hayatola Abas Amirifar, uno de los clérigos más próximos al presidente.
La razón esgrimida para las referidas detenciones es una polémica película religiosa que está bajo investigación de la fiscalía, en la que se anuncia que la llegada del doudécimo Imán o Mahdi está "muy próxima".
Según la tradición de los chiítas duodecimanos, dominantes en Irán, el citado Imán, Muhamad ibn Hasan al Mahdi, se ocultó en el siglo IX y reaparecerá en algún momento de la historia para dar paso al final de los tiempos.
Aunque el propio Ahmadinejad ha expresado en numerosas ocasiones su confianza en que el presunto advenimiento será pronto, conjeturar sobre la fecha está prohibido y puede ser considerado un delito de brujería, que la jurisprudencia iraní castiga con la pena capital.
Sin embargo, parece que tras la supuesta excusa legal se esconde, en realidad, el enfrentamiento que Ahmadinejad mantiene con la clase religiosa a causa de las controvertidas declaraciones y acciones de su influyente cuñado.
La disputa se reveló en toda su crudeza el pasado 17 de abril tras el intento fallido del presidente de cesar al actual ministro de Inteligencia, Heydar Moslehi, enfrentado a Mashai, a quien clérigos y políticos ultraconservadores han tildado en ocasiones de enemigo del sistema.
De acuerdo con el diario estadounidense "Los Angeles Times", el origen de la discordia procede de una supuesta trama de espionaje desde el Ministerio de Inteligencia al ex jefe de la oficina presidencial.
Pocas horas después de que el cese de Moslehi fuera anunciado por la prensa oficial, el ministro fue reintegrado en su puesto por orden directa y pública del líder supremo.
Durante las dos siguientes semanas, Ahmadinejad desapareció de la escena pública e incluso se ausentó de dos Consejos de Ministros, azuzando los rumores de boicot y de crisis en el seno del régimen iraní.
Tras nueve días de reto, el mandatario cedió y regresó a la escena el lunes, aunque según la prensa, ni él ni Moslehi coincidieron en el Consejo.
De acuerdo con una información divulgada por la página web iraní Ayandeh (Futuro), Jameneí habría dado un ultimátum a Ahmadinejad para que reincorporara a Moslehi o renunciara a su cargo.
La supuesta amenaza del líder supremo, que hasta la fecha ha defendido la reelección del mandatario pese a las denuncias de fraude electoral por parte de la oposición, no ha sido confirmada ni desmentida por fuentes oficiales.
Lo que sí parece indudable, es que con su defensa de Mashai, el ataque a Moslehí y su boicot durante nueve días, Ahmadinejad ha roto la baraja y se ha enfrentado a la poderosa casta clerical.
El pasado viernes, uno de los clérigos más influyentes y conservadores, el ayatolá Ahmad Jatamí, le advirtió de que no debía "sobrevalorar su poder".
Incluso el ayatolá Taghi Mesbah Yazdi, al que se considera el principal valedor de Ahmadineyad frente a la clase religiosa, señaló la semana pasada que las órdenes del líder supremo "deben ser acatadas".
Pero no sólo los religiosos han avisado al mandatario, también tanto desde el Parlamento como desde la poderosa e influyente Guardia Revolucionaria, se ha pedido al presidente que no prosiga con una polémica "que beneficia a los enemigos".
Más de 200 diputados de los 290 que integran la cámara, dirigida por Alí Larijaní, asesor del líder supremo y enfrentado a Ahmadineyad, rubricaron hace una semana un carta en este sentido.
Por su parte, el general Mohamad Alí Jafarí, jefe de la Guardia Revolucionaria, que depende de Jameneí, advirtió esta semana que este cuerpo de elite "actuará sin pensarlo en defensa de la República Islámica".
A la presión política se suma el creciente descontento social, fruto del controvertido programa para la eliminación de los subsidios a los alimentos, la gasolina, la energía y otros productos emprendido por Ahmadinejad.
El plan, criticado por la Asamblea, ha multiplicado el precio del costo de la vida en el país.
TEHERÁN, Irán.- Los nuevos arrestos de estrechos colaboradores del presidente iraní, Mahmud Ahmadinejad, han agravado la crisis política en Irán y agudizado el pulso que el presidente del país mantiene con el líder supremo de la revolución, ayatolá Alí Jameneí.
Las detenciones han espoleado los rumores sobre la posibilidad de que el controvertido mandatario pueda ser obligado a dimitir al igual que le sucedió al anterior presidente laico, Abul Hasan Bani Sadr, al inicio de la Revolución.
Según la prensa local, la Policía iraní arrestó en las últimas horas a varios miembros del entorno del cuñado y ex jefe de la oficina presidencial, Esfandiar Rahim Mashai, entre ellos a uno no identificado al que se acusa de hechicería.
Días antes, efectivos de la Guardia Revolucionaria, cuerpo de élite de las Fuerzas de Seguridad, detuvieron también al hayatola Abas Amirifar, uno de los clérigos más próximos al presidente.
La razón esgrimida para las referidas detenciones es una polémica película religiosa que está bajo investigación de la fiscalía, en la que se anuncia que la llegada del doudécimo Imán o Mahdi está "muy próxima".
Según la tradición de los chiítas duodecimanos, dominantes en Irán, el citado Imán, Muhamad ibn Hasan al Mahdi, se ocultó en el siglo IX y reaparecerá en algún momento de la historia para dar paso al final de los tiempos.
Aunque el propio Ahmadinejad ha expresado en numerosas ocasiones su confianza en que el presunto advenimiento será pronto, conjeturar sobre la fecha está prohibido y puede ser considerado un delito de brujería, que la jurisprudencia iraní castiga con la pena capital.
Sin embargo, parece que tras la supuesta excusa legal se esconde, en realidad, el enfrentamiento que Ahmadinejad mantiene con la clase religiosa a causa de las controvertidas declaraciones y acciones de su influyente cuñado.
La disputa se reveló en toda su crudeza el pasado 17 de abril tras el intento fallido del presidente de cesar al actual ministro de Inteligencia, Heydar Moslehi, enfrentado a Mashai, a quien clérigos y políticos ultraconservadores han tildado en ocasiones de enemigo del sistema.
De acuerdo con el diario estadounidense "Los Angeles Times", el origen de la discordia procede de una supuesta trama de espionaje desde el Ministerio de Inteligencia al ex jefe de la oficina presidencial.
Pocas horas después de que el cese de Moslehi fuera anunciado por la prensa oficial, el ministro fue reintegrado en su puesto por orden directa y pública del líder supremo.
Durante las dos siguientes semanas, Ahmadinejad desapareció de la escena pública e incluso se ausentó de dos Consejos de Ministros, azuzando los rumores de boicot y de crisis en el seno del régimen iraní.
Tras nueve días de reto, el mandatario cedió y regresó a la escena el lunes, aunque según la prensa, ni él ni Moslehi coincidieron en el Consejo.
De acuerdo con una información divulgada por la página web iraní Ayandeh (Futuro), Jameneí habría dado un ultimátum a Ahmadinejad para que reincorporara a Moslehi o renunciara a su cargo.
La supuesta amenaza del líder supremo, que hasta la fecha ha defendido la reelección del mandatario pese a las denuncias de fraude electoral por parte de la oposición, no ha sido confirmada ni desmentida por fuentes oficiales.
Lo que sí parece indudable, es que con su defensa de Mashai, el ataque a Moslehí y su boicot durante nueve días, Ahmadinejad ha roto la baraja y se ha enfrentado a la poderosa casta clerical.
El pasado viernes, uno de los clérigos más influyentes y conservadores, el ayatolá Ahmad Jatamí, le advirtió de que no debía "sobrevalorar su poder".
Incluso el ayatolá Taghi Mesbah Yazdi, al que se considera el principal valedor de Ahmadineyad frente a la clase religiosa, señaló la semana pasada que las órdenes del líder supremo "deben ser acatadas".
Pero no sólo los religiosos han avisado al mandatario, también tanto desde el Parlamento como desde la poderosa e influyente Guardia Revolucionaria, se ha pedido al presidente que no prosiga con una polémica "que beneficia a los enemigos".
Más de 200 diputados de los 290 que integran la cámara, dirigida por Alí Larijaní, asesor del líder supremo y enfrentado a Ahmadineyad, rubricaron hace una semana un carta en este sentido.
Por su parte, el general Mohamad Alí Jafarí, jefe de la Guardia Revolucionaria, que depende de Jameneí, advirtió esta semana que este cuerpo de elite "actuará sin pensarlo en defensa de la República Islámica".
A la presión política se suma el creciente descontento social, fruto del controvertido programa para la eliminación de los subsidios a los alimentos, la gasolina, la energía y otros productos emprendido por Ahmadinejad.
El plan, criticado por la Asamblea, ha multiplicado el precio del costo de la vida en el país.
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