PARÍS, Francia, nov 12, 2009.- Paradoja: Francia, uno de los países mejor preparados para enfrentar la influenza A H1N1, es el que muestra más reticencia a vacunarse contra el virus. Los franceses no tienen miedo a la epidemia sino a los efectos secundarios de la vacuna.
El gobierno de París ordenó 94 millones de dosis, lo que sería suficiente para vacunar dos tercios de la población francesa.
La campaña de vacunación contra la influenza AH1N1, financiada por los seguros médicos, ha costado al país galo más de mil quinientos millones de dólares. El problema consiste en que no despierta ningún entusiasmo, ni entre el personal sanitario, el primer grupo en la lista para recibir la vacuna, ni entre el resto de la población.
Una encuesta revela que un 80% de los franceses no teme al contagio, y no está dispuesto a vacunarse. Seis de cada diez entrevistados sostienen que, en caso de contagiarse, no estarían preocupados.
De nada sirven los llamados del Ministerio de Salud a ponerse la inyección, tampoco ha dado frutos la escena en la que la titular de Sanidad, Roselyne Bachelot, se hizo vacunar frente a las cámaras de televisión, con el mensaje implícito de que no hay riesgo.
No había filas de espera delante los mil sesenta centros médicos donde arrancó, el 12 de noviembre, la segunda fase de vacunación (la primera comenzó en los hospitales en octubre) dirigida al personal de las guarderías y padres de niños menores de 6 años. Les seguirán mujeres embarazadas, escolares y personas con problemas de salud. Más tarde llamarán a los mayores de 65 años y a los farmacéuticos. Dentro de un mes podrán inmunizarse los que no representan riesgos y tienen cumplidos los 18 años. De momento nadie se precipita.
¿Por qué tanta desconfianza? ¿Por qué la gente no se anima a vacunarse? Una de las razones es una serie de declaraciones lanzadas a la prensa por científicos y médicos en el sentido de que la vacuna es peligrosa para la salud. Al gran público le llama la atención el dato de que sólo la mitad de los profesionales sanitarios ha aceptado la vacuna. Las discusiones en los medios de comunicación, en lugar de aclarar las cosas, siembran la inseguridad.
Las incertidumbres van a aumentar aún más después del comunicado del ministerio francés de Sanidad, hecho público pocas horas después de que la señora ministra se hiciera vacunar frente a la prensa. En el documento se anuncia que, tras haber recibido la inyección, una persona ha sido afectada por el sindrome de Guillain-Barré, una enfermedad rara que ataca a una parte del sistema nervioso periférico, provocando una debilidad generalizada, parálisis muscular y una serie de sensaciones anormales. Por el momento no se ha establecido ningún lazo entre la vacuna y la aparición del trastorno, pero la duda se ha instalado con fuerza.
Estamos frente a la primera alerta post vacuna contra la influenza AH1N1, al menos en Francia.
El gobierno de París ordenó 94 millones de dosis, lo que sería suficiente para vacunar dos tercios de la población francesa.
La campaña de vacunación contra la influenza AH1N1, financiada por los seguros médicos, ha costado al país galo más de mil quinientos millones de dólares. El problema consiste en que no despierta ningún entusiasmo, ni entre el personal sanitario, el primer grupo en la lista para recibir la vacuna, ni entre el resto de la población.
Una encuesta revela que un 80% de los franceses no teme al contagio, y no está dispuesto a vacunarse. Seis de cada diez entrevistados sostienen que, en caso de contagiarse, no estarían preocupados.
De nada sirven los llamados del Ministerio de Salud a ponerse la inyección, tampoco ha dado frutos la escena en la que la titular de Sanidad, Roselyne Bachelot, se hizo vacunar frente a las cámaras de televisión, con el mensaje implícito de que no hay riesgo.
No había filas de espera delante los mil sesenta centros médicos donde arrancó, el 12 de noviembre, la segunda fase de vacunación (la primera comenzó en los hospitales en octubre) dirigida al personal de las guarderías y padres de niños menores de 6 años. Les seguirán mujeres embarazadas, escolares y personas con problemas de salud. Más tarde llamarán a los mayores de 65 años y a los farmacéuticos. Dentro de un mes podrán inmunizarse los que no representan riesgos y tienen cumplidos los 18 años. De momento nadie se precipita.
¿Por qué tanta desconfianza? ¿Por qué la gente no se anima a vacunarse? Una de las razones es una serie de declaraciones lanzadas a la prensa por científicos y médicos en el sentido de que la vacuna es peligrosa para la salud. Al gran público le llama la atención el dato de que sólo la mitad de los profesionales sanitarios ha aceptado la vacuna. Las discusiones en los medios de comunicación, en lugar de aclarar las cosas, siembran la inseguridad.
Las incertidumbres van a aumentar aún más después del comunicado del ministerio francés de Sanidad, hecho público pocas horas después de que la señora ministra se hiciera vacunar frente a la prensa. En el documento se anuncia que, tras haber recibido la inyección, una persona ha sido afectada por el sindrome de Guillain-Barré, una enfermedad rara que ataca a una parte del sistema nervioso periférico, provocando una debilidad generalizada, parálisis muscular y una serie de sensaciones anormales. Por el momento no se ha establecido ningún lazo entre la vacuna y la aparición del trastorno, pero la duda se ha instalado con fuerza.
Estamos frente a la primera alerta post vacuna contra la influenza AH1N1, al menos en Francia.
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