viernes, 15 de abril de 2011

La 'impredecible' política peruana marca el rumbo de las elecciones

CNN MEXICO

En el extranjero se ha vuelto común ver al Perú como una "economía emergente" en América Latina. Los más entusiastas, incluso, hablan abiertamente del "milagro peruano". Una economía que galopa hace ya varios años a ritmo de crecimiento anual del 7% en promedio y a la que la crisis internacional logró desacelerar, más no detener. Acaso por ello, el lema que ha distinguido al gobierno que termina, el segundo de Alan García y el Partido Aprista Peruano, fue precisamente "El Perú Avanza".

Sin embargo, hoy la comunidad internacional se encuentra impactada y desconcertada con lo que sucede en Perú, ya no por sus indicadores económicos, sino por los resultados de las elecciones presidenciales celebradas el pasado 10 de abril. Estos señalan que pasarán a la segunda vuelta, por un lado, Ollanta Humala, quien en 2006 fue identificado como el "candidato de Hugo Chávez" en el Perú; y del otro, Keiko Fujimori, la hija del ex presidente Alberto Fujimori, hoy en prisión por violación a los derechos humanos y corrupción.


El primero orientado a la izquierda y la segunda a la derecha; ambos generan sospechas de autoritarismo y debilitamiento de las instituciones democráticas, lo que podría poner fin a los diez años de crecimiento económico en democracia del país. En el camino, en tercer y cuarto lugar, quedaron el economista liberal Pedro Pablo Kuczynski (PPK) y el ex presidente Alejandro Toledo. ¿Cómo llegamos a este escenario?


Lo primero es identificar los puntos en común de estas dos candidaturas. Ideológicamente, los analistas internacionales las observan como antagónicas. Sin embargo, ambas llegaron a la segunda vuelta gracias al voto de los sectores más pobres y rurales del país, y ambas representan probablemente la exigencia por una mayor presencia del Estado —sazonada con ciertos reflejos autoritarios, por cierto—. Como sea, son los grupos menos favorecidos por el crecimiento económico los que han impulsado a estos candidatos a la segunda vuelta.


El gobierno de Alberto Fujimori es recordado por los sectores más pobres y rurales del país justamente por las agresivas políticas de compensación que llevó adelante su gobierno tras el proceso de ajuste de la economía.

En muchas localidades rurales y barrios marginales de las ciudades peruanas, la primera carretera, el primer centro médico o el primer canal de riego llegaron durante el gobierno del Chino, como se conoce popularmente al ex presidente Alberto Fujimori.

En el caso de Ollanta Humala, su discurso durante la campaña ha estado marcado por la oferta de incrementar la participación del Estado en la economía, aumentar impuestos a las empresas extractivas y crear sistemas de protección social para los sectores más pobres. Si se observan los resultados electorales con relación al Índice de Desarrollo Humano, queda claro que ambos candidatos —y sobre todo Humala— se imponen en aquellos departamentos más pobres. En contraste, PPK lo hizo en Lima y Callao, donde la demanda por más Estado ha cedido su lugar a la demanda por mayor libertad económica e individual.


Sin embargo, la explicación de los resultados no se agota en esta relación entre exclusión y voto. Un mes antes de las elecciones, el ex presidente Alejandro Toledo lideraba las encuestas de intención de voto a nivel nacional, con un discurso mucho más moderado y centrista que el de sus adversarios. Pese a ello, en pocas semanas el electorado de Toledo fue devorado por la candidatura de PPK, su ex Ministro de Economía, entre los sectores altos, y por Ollanta Humala entre los de bajos ingresos.



Esto es resultado de una segunda característica del "milagro peruano", y es que además de basarse en un crecimiento económico desigual, se dio en un contexto de extrema precariedad de las instituciones políticas. Un electorado volátil combinado con partidos políticos débiles fue terreno fértil para un cambio rápido de preferencias, que no pudieron ser contenidas ni previstas por organizaciones políticas sin militancia, como las peruanas. La política peruana se ha convertido en el reino de lo imprevisible.


Pasado este primer escenario de desconcierto, en las semanas que vienen tanto Keiko Fujimori como Ollanta Humala intentarán establecer vínculos con otros sectores políticos y moderar sus propios discursos.


Para ganar la confianza del fragmentado Congreso que se avecina y de los votantes indecisos hacia la segunda vuelta, Keiko deberá mostrar señales de distanciamiento con la política autoritaria de los noventa, algo que resulta complejo dentro de su estrategia en la primera vuelta, enfocada en la reivindicación del gobierno de su padre.


Humala, en su orilla, deberá diferenciar su imagen de la de Hugo Chávez, lo que viene desarrollando desde la primera vuelta, en la que ha querido mostrar mayor cercanía a Lula y un afán más centrista en materia económica. Sea como sea, Humala tendrá el desafío de capturar al electorado limeño que entregó su voto a PPK, y que hoy parece inclinarse con mayor naturalidad por Keiko Fujimori. Su estrategia de moderación deberá buscar los votos de los demás candidatos, pero sobre todo los de Alejandro Toledo, con quien ha tenido claros acercamientos luego de publicados los resultados.


Gane quien gane, gobernará con una minoría en el Congreso, lo que supone la moderación obligada en sus planes iniciales y maximalistas. Mientras que en el caso de la candidata se tiene más claridad sobre lo que viene, Humala es quien genera más dudas. La llamada "gran transformación" que este promete deberá encuadrarse en los límites de lo posible en un parlamento fragmentado y orientado, mayoritariamente, hacia la derecha.


Por lo pronto, el candidato nacionalista viene anunciando que no cambiará lo fundamental del modelo económico y que está dispuesto a hacer "muchas concesiones" de su plan de gobierno.


Finalmente, independientemente del resultado de la segunda vuelta a celebrarse en junio próximo, será hora de dejar atrás la autocomplaciente idea del "milagro peruano", porque los milagros llegan solos y lo que Perú parece requerir hoy son decisiones e iniciativa. Es la ocasión, tal vez, para convocar otro tipo de milagro: que las elites políticas asuman los deberes políticos pendientes y ver si se consigue pasar del "milagro peruano" a la "obra peruana".

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